Mi padre ha
muerto. . .
De no haber
sido así, hoy, 28 de agosto, mi madre, mis hermanos y sus familias, y yo con
los míos, estaríamos reunidos para celebrar su cumpleaños. Pero él ya no está.
Se fue y nunca más lo volveremos a ver mientras estemos vivos.
¡Como quisiera
que no hubieras muerto, papi!
Quisiera
sentirte correr junto a mí, sosteniendo el asiento de mi bicicleta mientras yo
aprendo a controlarla para no caer.
¡Que difícil es ahora conservar el
equilibrio en mi vida!
Quisiera volver
el tiempo atrás y cantar las mañanitas en tu cumpleaños 78, el único al que no
asistí por haber peleado contigo unos días antes.
¡Que difícil es sobrevivir al
“hubiera”!
Quisiera llegar
a casa, sentirte palmeando en mi mejilla y escuchar tu voz preguntándome: ¿cómo
estás, Flaca?
¡Que difícil es no sentir tu mano, papi!
Quisiera llegar
junto a tu cama para contarte las buenas nuevas de mis hijos y mis nietos.
¡Que
difícil es ya no tener con quien compartir mis orgullos y mis preocupaciones!
Quisiera no
sentir la lluvia en mis ojos cada vez que pienso que ya no te tengo.
¡Que
difícil es ser huérfana!
Quisiera mirar
tus ojos orgullosos al saber de mis logros y mis retos.
¡Que difícil es vivir
sin la fe de alguien que siempre confíe en ti!
Quisiera que
Dios nos volviera en el tiempo y que hiciera –porque sé que puede –el milagro
de sanarte para dejarte unos años más conmigo.
¡Que difícil es no poder
negociar con Dios!
Quisiera verlos
otra vez tomados de la mano y escucharte llamar a mi mami “Chapis”.
¡Que
difícil es ver tan solitaria a mi madre!
Quisiera que no
dolieras tanto y que, al pensarte en el cielo con Dios, mi corazón sintiera el
consuelo de saberte sano y bien.
¡Que difícil es no poder vencer mi egoísmo!
Quisiera no
extrañarte tanto, papi. Quisiera no sentir que te estoy fallando por no poder
superar tu muerte y vivir con la desolación de una pérdida tan grande, día y
noche.
¡Que cansado es vivir en la tristeza!
Hoy es tu cumpleaños,
pá y no sé adonde ir con mi tristeza.
Me fui lejos de
casa, de los míos y mis hermanos. No encontré una mano de la cual tomarme para
sentir consuelo pues la única mano que mi corazón anhela es la tuya. Pero tú la
soltaste. El diez de marzo, a las 5:33, te fuiste; tu mano dejó de ser tibia y
sólo me dejaste el frío de tu ausencia.
Pero así es la ley de la vida, dirán todos. Así que celebremos –o lloremos juntos – tú en el cielo y yo
aquí, sin ti. Levantemos la copa del cariño para desearte un “Feliz No cumpleaños”.
. . el primero de muchos que tal vez yo deba sobrevivir.
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