Como perfume fino, ella es pequeña y menuda, no así su
espíritu y fortaleza.
Con sus ojos risueños, pintaditos de nostalgia, llegó a mi
vida para organizar tempestades de sueños. Entre pasitos de ballet y danzas de
velos invisibles hace volar aquella infancia de princesa que alguna vez soñé. Y
hasta el micrófono, al escuchar su voz tersa como ronroneo, se estremece con
chispeantes emociones.
Ella es mi nieta y, en el más increíble halago, dicen que se
parece a mí. Me gusta creer que es
cierto aunque, a decir verdad, ella es una personita única y fascinante. En mi
pequeña se mezclan la fuerza y determinación de la voluntad con la compasión
más sincera del corazón.
Desde que ella pisó mi mundo, éste se pobló de fantasías y
risitas revistiendo travesuras. Nada se escapó a la virulenta alegría de sus
juegos y, andando a trompicones, la sigo en el revolotear de mariposa de su
ingenio.
Mia –mi Mia– es la aventura de princesas más original que
cualquier abuela puede vivir; es ternura, pasión, picardía y la más pura
inocencia reflejada en el rostro de una hadita de carne y hueso.
Hoy se cumplen seis años de su llegada a este mundo y, con
regocijo y gratitud a Dios, celebramos su vida que –en cada uno de sus días– ha
sido motivo de alegría y fascinación.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MI NIÑA AMADA! ¡MI MIA POR SIEMPRE!
Una oración hago hoy, Señor: Sé Tú con ella por siempre y
conviértete en el centro de su vida, su guía y eterna compañía. Dale, Padre mío,
el regalo de Tu presencia hasta el último de sus días. ¡Gracias por su vida, mi Dios!
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