¿Aún recuerdas
la pregunta, pá? Entonces era muy joven, casi una niña.
Con un bultito
entre mis brazos, entré a tu casa. Aunque un poco estropeada por la cirugía, yo
no podía dejar de sonreír y creo que los rostros de todos se convirtieron en mi
espejo. ¡Era tanta la felicidad que ninguno podíamos esconderla!
Con un celo
recién estrenado, abrí mis brazos para que todos la vieran. ¡Mi hija era todo
dulzura! Pequeñita, con un tupé de muñeca y “naricita de alverjón”, como decía
mi abuelito. Mis ojos quedaron atrapados por su imagen desde el momento que la
vi y, más allá, aquella niñita se apropió de mi corazón.
“¿Puedes
imaginar tu vida sin ella?”, me preguntaste sin preámbulo alguno.
Volví a mirarla
y la apreté un poco más contra mí. Mi mundo se cimbró con la sóla idea de no
tenerla conmigo. ¡Se había convertido en mi vida, mi razón de ser y lo único
importante en mi mundo!
Su carita se
desdibujó tras el pánico acuoso de mis ojos.
–¡No!–te
respondí con la garganta engarrotada, –y no sé cómo he podido vivir sin ella
hasta ahora.
Fue en ese
instante que conocí lo que era “el primer amor”. Y aprendí, sin más escuela que
sus manitas con uñas minúsculas, el verdadero significado de incondicional e indestructible. Por sus
sonrisas, me doblegué al yugo de la maternidad, la más dulce de las
esclavitudes, y entregué mi vida a la promesa de estar siempre para ella.
Fue, tal vez,
la primera vez que yo pensé en el tiempo y me surgió el secreto deseo de ser
inmortal para jamás faltarle.
El tiempo ha
pasado y sigo adorando su mirada; aún sonrío cuando recuerdo ese temperamento
que mostró desde que aprendió a caminar y yergo mi orgullo cuando hago el
recuento –más que de sus muchos logros– de sus incontables muestras de
fortaleza al levantarse de los tropiezos. ¡Mi Nena es una guerrera!
Nuestra
historia, a pesar de que los años han pasado, sigue siendo una de amor. Con
tiempos de paz y otros de guerra; de acuerdos y diferencias; enjarciada de
complicidad e independencia. Y el saldo, con todo, sigue siendo el mismo: mi
amor inquebrantable y eterno.
Si hoy, 34 años
después, me hicieras la misma pregunta, papi, otra vez mis brazos la
envolverían como alas protectoras y te respondería lo mismo, pues: ¡Sigue
siendo mi vida, mi razón de ser y lo más importante en mi mundo! ¡Mi aguerrida e
incansable emprendedora! ¡Mi inspiración! ¡Mi eterno primer amor!
¡Dios
contigo, mi Nena, y yo junto a ti!
¡¡¡FELIZ
CUMPLEAÑOS Y MUCHOS MÁS!!!