Al final del
2015 –en mitad de una crisis por los cambios inesperados y abruptos que sufrió
mi vida– escuché el consejo de un amigo, diciéndome: “¡Disfruta de lo nuevo!”.
Cuando comprendí
que las opciones que me esperaban incluían novedades en abundancia. Para bien o
para mal, tendría que enfrentar muchas cosas bajo la etiqueta de “nuevo”.
Así que –no con poca rebeldía–, me propuse hacerlo. Y no sólo eso, de mi propia
voluntad sumé cosas nuevas que llevaba guardadas en mi propia lista de
posibilidades.
Entonces, me
inscribí a clases de canto (algo singularmente extraño para alguien –como yo–
que no logra superar la pena de enfrentarse a un público); también, me compré
una guitarra y elegí la primera canción que aprendería en la academia de
música. Por invitación de una “nueva” amiga, acepté explorar –este año que
inicia– las bondades del yoga; y me aventuré a ensayar la técnica de Pilates
para mejorar mi elasticidad.
Pero sé que los
meses por venir aún tienen cosas “nuevas” menos gratas, (y el tender
ropa por la ventana es la menos), como la lejanía prolongada de los que amo y el
proceso de recuperación –que a ratos me impacienta– de quien vive esforzándose
en la lucha contra una enfermedad. Esas cosas que no elegí, cosas nuevas que a
ratos han empañado mi entusiasmo, son las que no puedo cambiar y que son
ineludibles de enfrentar.
Entendiendo que
las circunstancias no iban a cambiar y decidida a seguir aplicando el consejo
de mi amigo, decidí incluir algo aún más “nuevo” en la ecuación (quienes me
conocen, saben que puedo ser muy testaruda): Viviré lo que me espera con
contentamiento que –aclaro– no tiene el resabio amargo de la resignación, sino
el sabor de la aceptación endulzada de sabiduría.
Esta nueva
actitud –que ahora se fragua en mi interior–, tal vez sea el reto más grande y
con el aprendizaje más importante para el 2016. Pero algo más me llenó de esperanza y me confirmó que
saldré avante en mi intento pues, añadido al buen consejo recibido, uno que
vino de lo alto –en este primer amanecer– me aseguró: ¡Voy a hacer algo nuevo!
(Isaías 43:19).
¿Me estás
incluyendo a mí en esta renovación, Señor? ¡Sea pues yo hecha nueva!
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